Prácticas Geografía. Demografía. Población española. Texto sobre la gripe de 1918.
LA GRIPE ESPAÑOLA DE 1918: La pandemia mató a entre el 3 y el 6% de la población mundial
Aquí os dejo un resumen del artículo de ABC: Las 11 conclusiones de la «gripe española», el terrible antecedente del coronavirus
Tras la Primera Guerra Mundial, el mundo se vio azotado por la peor pandemia que ha vivido la humanidad en el último siglo. A su lado, la actual pandemia del Coronavirus causante del Covid-19 se queda corta. No se conocen las cifras exactas, pero los fallecidos fluctúan entre 20 y 100 millones de personas, según cálculos recientes. Con un tercio de la población mundial infectada, la tasa de mortalidad fue de entre el 10 y el 20 % de los afectados. Es decir, entre el 3 y el 6% de la población mundial. Si trasladáramos estos cálculos a la actualidad, con una población de más de 7.700 millones de habitantes estaríamos hablando de una pandemia que acabaría con la vida de entre 230 y 460 millones de personas.
Los fallecidos por la gripe española superaron a todos los que lo hicieron a lo largo de la Primera Guerra Mundial, y si los datos de los 100 millones que se contemplan en investigaciones recientes fuesen ciertos, a todos los muertos de las dos guerras mundiales, las peores de toda la Historia.
El primer caso se registró en Camp Funston (Kansas) el 4 de marzo de 1918. La censura de prensa por la I Guerra Mundial silenció la pandemia, de la que al principio solo se informó en la prensa española. De ahí su denominación. El primer caso confirmado de la mutación que convirtió la gripe en letal se produjo el 22 de agosto de 1918 en el puerto de Bres (Francia). El movimiento de personas que supuso el fin de la Primera Guerra Mundial ayudó a su extensión por todo el mundo.
Los estudios actuales achacan la causa a un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1. La «Gripe Española» tuvo otra cruel característica: los principales afectados fueron jóvenes de entre 20 y 40 años, posiblemente por no haber estado expuestos en su niñez al virus y no haber desarrollado la inmunidad natural.
España fue un país neutral en el que, en principio, los movimientos de tropas solo afectaron de manera coyuntural. Sin embargo, en abril de 1918 el virus había llegado ya a Europa. El propio Alfonso XIII enfermó entre mayo y junio. La oleada que comenzó en agosto, con el virus ya mutado, afectó menos a Madrid que a otras ciudades españolas. Algunos epidemiólogos lo achacan al hecho de que al haber estado expuesta al virus en primer lugar, estaba más inmunizada frente a sus variantes.
Por si acaso, las autoridades promovieron acciones para mitigar los efectos de la cruel pandemia. Como muestra, esta fotografía del doctor Chicote vacunándose en el laboratorio municipal de Madrid con un suero contra complicaciones pulmonares de la gripe. Lo cierto es que en España fallecieron entre 150.000 y 300.000 personas y fueron cerca de 8 millones los afectados.
Los medios eran mucho más precarios que los actuales, aunque se extendió el uso de mascarillas de tela para protegerse del contagio, aunque la medida fuera completamente inútil. La enfermedad prosiguió durante casi dos años, hasta que en el verano de 1920 la epidemia terminó, de manera tan sorprendente como apareció.
El 27 de mayo de 1918, se publicaba este curioso artículo, bajo el título de «La epidemia reinante»: «La Junta provincial de Sanidad, reunida bajo la presidencia del excelentísimo señor D. Luis López Ballesteros, gobernador civil de esta provincia, para tratar de la manera de atajar en lo posible la enfermedad reinante, acordó aprobar las siguientes conclusiones, presentadas a la misma por el doctor Cali, inspector provincial de Sanidad:
Primera. La enfermedad reinante es de naturaleza gripal, y en manera alguna puede atribuirse a contaminación de las aguas de que se abastece Madrid, ni a remoción de las tierras del subsuelo con motivo de las obras del Metropolitano ni otras similares.
Segunda. El germen de la dolencia pulula en el aire atmosférico y está en cantidad y calidad proporcional a la naturaleza de este aire, según sea más o menos confinado.
Tercera. Tiene dicha enfermedad gran poder difusivo y poca virulencia el microorganismo que la origina y la propaga. Esto es, sin duda, una razón para que no se alar me el vecindario de esta capital, sin que por ello deje de recomendarse el mayor cuidado en el régimen higiénico y dietético de los enfermos y personas que les atienda [...]
Cuarta. Para atajar en lo posible su desarrollo, conviene alimentación sana en todos sentidos. [...]
Quinta. También es de primordial necesidad el buen funcionamiento del aparato respiratorio. De aquí la conveniencia de no respirar el aire de atmósferas confinadas en cafés, tabernas, espectáculos públicos, casinos y otros sitios de aglomeración. Mientras dure la etapa morbosa, hay que cultivar la oxigenación del pulmón con mayor interés que en circunstancias normales. Son convenientes paseos al aire libre, y mejor, en el campo, y soleamiento del organismo: oxigeno y luz, desinfectantes por excelencia del pulmón y de la piel.
Sexta. También es de indispensable necesidad extremar la limpieza de las ropas y utensilios que se pongan en contacto con los enfermos, así como las de las personas la que con ellos se reunieran; para disminuir las probabilidades de una contaminación.
Séptima, Para completar el anterior objeto, conviene renovar el aire de las habitaciones que ocupen, que se procurará estén siempre discretamente ventiladas y a ser posible soleadas.
Octava. También será útil aislar en lo posible a los sanos de los enfermos, para evitar principalmente a los primeros que respiren las atmósferas en que viven los segundos.
Novena. Las temperaturas actuales favorecen el desarrollo y la vida del germen, que radica principalmente en el aparato respiratorio de los pacientes y anida en las fosas nasales y la cavidad bucal. Por esta razón, en aquellos casos en que las formas gripales revistan carácter de gravedad, es mucho más peligroso para las personas sanas respirar en la atmósfera que envuelve a un enfermo fine en la que rodea a un fallecido de la enfermedad.
Décima. La precaución de esterilizar las ropas de uso del enfermo es de gran utilidad; pero carece de ella, por lo que afecta a la propagación del actual estado gripal, preocuparse de la pureza del agua para evitar su propagación. [...]
Undécima. No se conoce en la actualidad medicación alguna profiláctica para evitar la presentación del proceso ni atajar su desarrollo, como tampoco se conocen sueros ni vacunas que puedan preservar de la enfermedad o ayudarnos a combatiría. El único preservativo eficaz tiene, por base el aislamiento posible de sanos y enfermos, procurando que permanezcan los primeros en la atmósfera que respiran los segundos sólo el tiempo necesario para atender a su cuidado.
El régimen alimenticio sano, una aireación y la extremada limpieza son la base en que descansa la lucha contra esta enfermedad, a la que no hay que despreciar por leves que sean sus primeros síntomas».
Madrid, 4/11/1918. El doctor Chicote vacunándose con el suero contra las complicaciones pulmonares de la gripe preparado por el laboratorio municipal - Julio Duque
El gobernador civil de Madrid, Sr. Romero, y el inspector de sanidad, Martín Salazar, en un campamento de desinfección, en noviembre de 1919 - José Zegrí
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