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TEMA 7: EVOLUCIÓN Y
DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA. LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA
1.- EVOLUCIÓN
DE LA POBLACIÓN: Modelo transición demográfica española.
España ha conocido un modelo de
transición demográfica semejante al del resto de los países de Europa pero con
dos peculiaridades. Este modelo supone el paso de una población con
altas tasas de natalidad, fecundidad y mortalidad a otro con tasas muy bajas. La
etapa primitiva, con altas tasas de natalidad y mortalidad, se
caracteriza por un débil crecimiento vegetativo; le sigue una etapa de
transición, con una primera fase donde desciende la sobremortalidad[1] catastrófica y se mantiene
una natalidad todavía alta, y una segunda fase donde la mortalidad general
desciende y la natalidad empieza a recortarse. La etapa final o
evolucionada se caracteriza por bajas tasas de natalidad y mortalidad y
crecimiento moderado, pudiendo llegar a una cuarta etapa de crecimiento
cero e incluso negativo, en la cual hemos entrado desde 2015.
MODELO DE TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA:
1.- Etapa primitiva demográfica; hasta
el s. XIX.
El crecimiento demográfico es débil, menor al de muchos países europeos. Las
causas son las altas tasas de natalidad y mortalidad, con débil crecimiento
vegetativo, debidas al largo período de la Reconquista, la colonización
americana y la política de hegemonía europea con la consecuente sobremortalidad
bélica. Destaca el siglo XVII con un retroceso demográfico, de 8 a 7,5 millones
de habitantes, por las tres epidemias de peste, la emigración a América, la
expulsión de los moriscos, la sobremortalidad bélica y las malas cosechas con
sus hambrunas correspondientes. Por el contrario, en el siglo XVIII la
población española experimentó una expansión importante, de 7,5 a 11 millones
de habitantes debido a la mejora de la economía y de la dieta en general.
No obstante, el retraso industrializador hace
que la transformación en los comportamientos demográficos de España no se produjese
hasta principios del siglo XX. Durante la primera mitad del siglo XIX, la
población española creció a un ritmo similar al europeo-occidental, a pesar de
la guerra de la Independencia, la emancipación americana y de algunos períodos
de hambre y de epidemias. Pero en la segunda mitad del XIX el crecimiento anual
se redujo casi a la mitad del europeo por las oleadas migratorias hacia a
América y el cólera de 1885.
La
natalidad hasta la llegada del siglo XX se caracterizó por ser muy alta por
varios motivos: una economía básicamente agraria por lo que el hijo era
entendido como mano de obra, así como por la falta de métodos de control de
natalidad. No obstante, en estos periodos son también habituales años de
subnatalidad por epidemias, guerras… La mortalidad también era elevada, tanto
por algunos conflictos bélicos que la incrementaron, como por las malas condiciones de vida, una mala
alimentación, las deficientes condiciones higiénicas-sanitarias y las epidemias
de cólera. Todo ello situaba hacía que la esperanza de vida a principios de
siglo no superaba los 40 años.
2) Etapa de transición demográfica.
A
comienzos del siglo XX la mayoría de las regiones españolas se incorporaron a
la transición demográfica, recortándose la mortalidad y empezando el recorte de
la natalidad. La población alcanzó los 18 millones en 1900. Pero la epidemia de gripe de 1918 y su
elevada mortalidad provocó un fuerte retroceso de la población que se
incrementó por la fuerte migración exterior. Tendencia que se acrecentó en las
décadas siguientes por los efectos de la crisis económica del 29, la guerra
civil y la posguerra. Sin embargo, el conjunto de la primera mitad del siglo XX
supuso un crecimiento anual superior al europeo, gracias a la neutralidad
española en las dos Guerras Mundiales.
Esta dinámica cambió en los años de recuperación española
(1950-1970), en los que España mantuvo una natalidad elevada (alentada por
el régimen franquista), al tiempo que la mortalidad se reducía con las mejoras
económicas y sanitarias del país. La población creció muy por encima de la
europea, con la tasa anual de crecimiento elevada (en 1950 éramos 28 millones
de españoles y en 1970 alcanzamos la cifra de 33 millones). A partir de esos
momentos comienza la progresiva reducción de la natalidad española, incorporándose
a la última fase del modelo de transición demográfica.
En resumen, la transición se produce
entre 1900 y 1975. Se caracteriza por el
crecimiento real de población más alto de toda la historia española, que en
cierta manera fue frenado por el amplio flujo migratorio hacia América y
Europa. En este periodo la natalidad tiene una tendencia de suave descenso, en
el que se alternan bruscos descensos (epidemias, guerra civil…) con fuertes
ascensos (felices años 20, “baby boom”). La mortalidad conoce un constante y
continuo descenso. Las causas de esta caída se deben al desarrollo que
experimenta el país que propicia una mejora en las condiciones de alimentación,
higiene, desarrollo sanitario a partir de los años 50.
3) Etapa final o evolucionada. En esta fase el tipo de
vida que imponen la ciudad y las nuevas condiciones de trabajo, obligan a
replantear el concepto tradicional de familia numerosa. La vida urbana reduce
el número de hijos, las casas son pequeñas, las necesidades de formación y de manutención
de los niños son mayores, y los trabajos en la industria, limitados. Las
emigraciones y el turismo difunden modelos de vida y comportamientos
demográficos europeos, el uso de anticonceptivos hace descender la natalidad y
la fecundidad, se retrasa la nupcialidad y la edad en la que se concibe el
primer hijo, lo que se traduce en un continuo descenso de la natalidad, hasta
el año 2000, momento en el que gracias al desarrollo económico y la inmigración
conoce un ligero repunte de la natalidad, que se frena a partir de 2008 por el
impacto que la crisis económica de 2008 provoca en el descenso de la natalidad,
el retorno de inmigrantes a sus países de origen, la reducción de la natalidad
entre la población inmigrante (que copia los modelos europeos) y la emigración
de españoles a otros países. El resultado es que España presenta un régimen
demográfico viejo con un crecimiento vegetativo ligeramente negativo
(-0,05‰) en el que la natalidad vive sus tasas más
bajas. Las causas son diversas: la
incorporación de la mujer al mundo laboral, cambios culturales, dificultades
económicas para que los jóvenes se emancipen, incremento del nivel de vida (el
hijo acarrea un importante gasto)…Por su parte la mortalidad sigue con un
comportamiento descendente, aunque se observa un ligero repunte debido al
envejecimiento que está sufriendo la población derivándose algunas enfermedades
propias de la edad como el Alzheimer, Parkinson…, aunque sin lugar a dudas las
3 causas principales de defunción actualmente son el cáncer, el corazón y la
carretera (“3 c”)
Para analizar la distribución
espacial de la población el indicador más usado es la densidad de población. La
población española presenta estas características:
¨ Aumento
generalizado de la densidad de población.
¨ Contraste
entre un litoral, fuertemente poblado y un interior semivacío.
¨ Concentración
en áreas urbanas frente al despoblamiento de las zonas rurales.
España presenta una densidad de población
moderada o media, con 92 habitantes por Km2. Señalar que en 2011 era de 93
habitantes por km², lo que refleja la pérdida de población experimentada desde
2012. Este valor esconde fuertes
desequilibrios entre áreas de concentración, que superan claramente la
media nacional, y áreas de despoblamiento, donde no se alcanzan los 25 hab./km2. Las grandes áreas
poblacionales se localizan en Madrid, la periferia peninsular,
Baleares y Canarias, mientras que las grandes áreas de vacío se
sitúan en el interior peninsular, correspondiendo las densidades más bajas a
algunas áreas de montaña (menos de 10 hab./km2). Sin embargo,
no siempre ha sido así. Es a partir de la Revolución Industrial del siglo XIX
cuando la periferia y Madrid van ganando habitantes frente a un despoblamiento
del interior. En el siglo
XX se agudizaron los contrastes, especialmente en la década de 1960,
durante la cual crecieron las regiones industriales y las áreas turísticas
mediterráneas e insulares, gracias a las migraciones procedentes del interior. Desde 1975 se redujeron las diferencias, a causa de la desindustrialización
y el paro provocados por la crisis económica. (Crisis del petróleo de los años
70). En la actualidad la primacía de
los servicios, la difusión espacial de la industria, la agricultura tecnificada
y el desarrollo endógeno, apuntan a la consolidación demográfica de Madrid, del
eje mediterráneo y del valle del Ebro.
Finalmente señalar, como afirma Puyol, el acusado
contraste entre interior y periferia, y entre población urbana y rural.
-
Contraste entre interior-litoral. Las provincias con fachada marítima,
junto con Madrid, tienen un tercio de la superficie española y más del 60% de
la población. Su densidad es el doble de la media nacional. Son zonas con un potente sector turístico o
con una agricultura altamente productiva, e influidas por la inmigración. Mientras,
la mayor parte del interior tiene una densidad por debajo de la media española,
excepción de las principales capitales de provincia (Zaragoza y Valladolid), lo
que acentúa la dicotomía entre una periferia en crecimiento y un interior
envejecido.
- Contraste población rural-urbana. La población que vive en
municipios urbanos (de más de 10.000 habitantes) es, según el último censo de
población –el de 2011- de más del 76%. En el censo de 1991 estas cifras eran
del 75%, lo que demuestra que, si bien el éxodo rural ya no se da, sí persiste
un lento goteo desde el mundo rural al urbano. Este crecimiento de la población
urbana conoce un proceso de desconcentración, de trasvase de población
de las grandes ciudades a otras de tamaño pequeño o medio. La tendencia es a
vivir en municipios de tamaño pequeño y medio, bien comunicados con las grandes
ciudades, mientras éstas (Madrid, Barcelona, Bilbao, Santander…) pierden
población por el alto precio de la vivienda y la incomodidad que genera la vida
diaria en las grandes urbes.
Por comunidades autónomas,
según el INE de 2018:
-
Las más pobladas son Andalucía,
Cataluña, Madrid y Comunidad Valenciana
-
Las menos: La Rioja,
Cantabria y Navarra.
-
En cuanto a densidad de población las que presentan una mayor
densidad son Madrid, País Vasco, Canarias, Cataluña y Valencia frente a
Castilla La Mancha, Castilla León, Aragón o Extremadura que presentan niveles
inferiores a la media nacional.
¿Qué puede explicar esta distribución de la población? LOS
FACTORES EXPLICATIVOS
Las causas que explican el mapa actual de DENSIDAD
son variadas:
1) Factores geográficos. Especialmente clima y
altitud. Estos factores no determinan, pero sí condicionan muchos fenómenos
(agricultura, comunicaciones, etc.).
2) Factores demográficos. Son la dinámica natural
y la estructura de la población. Este factor consolida el contraste
interior-litoral. El interior tiene menor crecimiento natural (menor tasa de
natalidad y mayor mortalidad) pues presenta una estructura de la población más
envejecida.
3) Factores socioeconómicos. El litoral y las
ciudades son aéreas de mayor vitalidad económica (turismo, servicios,
construcción, industria, etc.) por eso son focos que atraen población
(migraciones interiores).
3. LA POBLACIÓN y su comportamiento demográfico: dinámica
y estructura demográfica.
La población de España a finales de 2018 en 46.659.302
habitantes. Por sexos, la población femenina es mayoritaria, con poco más de 23,7
millones de mujeres (50,89% del total), frente a unos 22.8 de hombres (49.11%.)
En las últimas décadas en España se había producido
un fuerte crecimiento, pasando de los 38,8 millones en el censo de 1991 y los
40 millones en el de 2001 a casi 47 en 2011.En ese crecimiento jugó un papel determinante
el aumento de la población inmigrante, que paso de ser poco más de 1 millón en
2001 a más de 5,7 millones en 2011.
Pero esta tendencia se vio alterada
por la crisis económica que comenzó en 2008, y que tuvo su reflejo demográfico
en los años posteriores. Hasta 2012, la población española había aumentado
debido, fundamentalmente, a la llegada de extranjeros en los años de bonanza
económica, una situación que la crisis ha invertido. Desde 2012 la tendencia de
la población ha sido negativa. Este descenso se
explica por la caída del número de residentes extranjeros, que descendió en más
de 1,3 millones desde el año 2011 hasta el 2016.
3.1. COMPORTAMIENTO DEMOGRÁFICO.
Entendemos por comportamiento demográfico,
aquellos procesos que hacen crecer o decrecer la población en un lugar
determinado, ya sea por causas naturales (nacimientos y defunciones) como por
movimientos migratorios
-
El
movimiento natural
Podemos definir a los MOVIMIENTOS
NATURALES como las variaciones de población por causas naturales, es decir la
diferencia entre mortalidad y natalidad. El crecimiento natural o vegetativo es
la diferencia entre la natalidad y la mortalidad.
En
la evolución del movimiento natural de la población española se distinguen
diversas etapas o regímenes demográficos, que ya hemos estudiado,
por lo que aquí tan sólo nos centraremos en comportamiento demográfico de la
población a partir de 1975, cuya característica fundamental es un reducido crecimiento
natural caracterizado por un hundimiento de la natalidad más tardío
y brusco que en el resto de los países de Europa occidental.
Natalidad:
La tasa de natalidad en España se caracterizó
en el último tercio del siglo XX por un constante descenso. Entre los factores
que hacen descender las Tasas de Natalidad Rafael se señala el descenso de la
mortalidad infantil, el descenso de las tasas de nupcialidad, el desarrollo
económico y la mejora del nivel de vida, la extensión de las formas de vida
urbanas, más caras y competitivas y la incorporación de la mujer al mundo
laboral.
Esta tendencia cambió durante los años 2000 a
2008, en los que la situación
económica y la inmigración (mayor natalidad de las mujeres inmigrantes)
permitieron un leve ascenso, que el estallido de la crisis financiera de 2008 quebró.
Desde ese año, por impacto de la recesión, el número de nacimientos se ha
desplomado casi un 13%. En la actualidad, la tasa bruta de natalidad es de 8,99‰ a principios de 2016. Muy baja con respecto al resto de
Europa. En 2005 era de 10,6‰, lo que supone un freno al ligero aumento que
experimentó durante los primeros años del siglo XXI. Este descenso vuelve a
colocar nuestra natalidad entre las más bajas del mundo. El problema es que la
reducción del número de nacimientos puede incrementarse por el reducido número
de mujeres que se incorporan a la edad reproductiva por la reducción constante
de la natalidad de 1978.
De entre todos los motivos que explican el
descenso de natalidad, la caída de la tasa de fecundidad quizás
sea el más relevante. Desde
1981, la natalidad en España está por debajo de 2,1 bebés por mujer, la mínima para garantizar el
reemplazo generacional. En 1991 llegó a ser la más baja del mundo, con 1,31 hijos por
mujer. A partir del año 2000 experimentó una ligera recuperación gracias a la
llegada de inmigrantes, que además de rejuvenecer la población presentan unas
tasas de fecundidad más elevadas. Los nacimientos de madre extranjera llegaron
a suponer más de un 15% del total. Pero desde la crisis del 2008 no ha dejado
de bajar situándose en 1,33 en 2015. Un factor importante es que la edad en la que las
parejas tienen su primer bebé se retrasa cada año y
con ello cae también la probabilidad de tener más hijos. Durante el año
2017, las madres primerizas tenían de media 32,1 años, el
máximo histórico.
Otro factor explicativo es la crisis. El INE ha constatado que con la crisis económica se
redujo la fecundidad de los trabajadores temporales y parados, aunque no tanto
la de trabajadores con contratos fijos. De modo gráfico podemos decir que “la
crisis ahuyenta la cigüeña”. A esto también contribuyen otras razones:
- Cada vez más mujeres españolas retrasan
su maternidad (o incluso renuncian a ella).
- La tendencia descendente del número de
nacimientos de madre extranjera, no sólo porque el número de mujeres de
nacionalidad extranjera ha decrecido por el efecto de la emigración y las
adquisiciones de nacionalidad española, sino por la asunción de los modos de
vida europeos que provocan un descenso del número de hijos entre las familias
inmigrantes.
- El descenso del segmento de población
fértil (15-45 años) por la incorporación de generaciones cada vez menos
numerosas lo que provoca que la incorporación de mujeres en edad fértil sea menor
que las que dejan de serlo
Mortalidad
El rasgo más característico de la mortalidad en
España es su descenso continuo, si bien, con cierto retraso con respecto a
otros países europeos. La tasa de mortalidad de España se sitúa en torno a 9,05‰.
Puede considerarse como una de las más bajas del mundo, aunque en estos últimos
años ha crecido (8,2‰ en 2010). Se trata de un aumento causado por el
incremento del número de ancianos, puesto que sigue aumentando la esperanza de
vida. Su
aumento ha sido espectacular desde principios del siglo XX situándose a
principios del 2016 en 82,8 años (80,1 años para los hombres y 85,5 para las
mujeres).
Por debajo de esa media se sitúan Canarias,
Madrid, Baleares y Murcia que no llegan al 8‰. Por encima de esa media Asturias
con 12,98‰, Castilla León (11,87‰) y Galicia (11,63‰). A parte de estas cifras destacan las bajas
tasas de Ceuta (5,87) y Melilla (6,18), sin duda por ser las poblaciones con
una población menos envejecida y con tasas de natalidad más elevadas.
Las causas de la mortalidad general han
cambiado. Disminuye la importancia de las enfermedades infecciosas y aumentan
las llamadas tres "C" (enfermedades cardiovasculares, cáncer y
accidentes de carretera). Además, está creciendo la incidencia del Alzheimer o
demencia senil, fruto del progresivo envejecimiento de la población.
La MORTALIDAD INFANTIL ha
experimentado también un descenso espectacular en España a lo largo del siglo
XX hasta situarse entre las más bajas del mundo. Este índice se mantiene por
debajo del 4‰ (en 2015 ha sido de 3,33‰). En la actualidad es principalmente
neonatal (en el primer mes de vida, como consecuencia de complicaciones en el
parto o malformaciones congénitas).
Es interesante apuntar que las causas de las
muertes han cambiado, pasando de ser mayoritariamente externas (infecciones) a
ser internas (por la vejez). Sin embargo, se incrementan las muertes causadas
por las tres “c”: cáncer, enfermedades cardiovasculares y
accidentes de tráfico (cáncer-corazón-coche), lo que refleja un modelo
típico de los países desarrollados. Hay que señalar que la muerte no afecta por
igual a ambos sexos, ya que en todos los grupos de edad el hombre experimenta
una mayor mortalidad que la mujer. Las razones de este comportamiento son la
mayor fortaleza biológica de la mujer por razones hormonales e inmunológicas,
la reducción de muertes durante el parto y el estilo de vida que
tradicionalmente ha sido de más riesgo para los hombres (participación en
guerras, accidentes laborales, mayor consumo de alcohol y tabaco, etc.).
El crecimiento natural
Como
consecuencia de las bajas tasas de natalidad y de mortalidad el crecimiento
natural actual es pequeño. Si lo analizamos por CCAA veremos cómo también es bajo
en todas ellas. Sin embargo, existen contrastes como consecuencia de la
diferente proporción de población joven o anciana que posean lo que se refleja
en sus tasas de natalidad y mortalidad, así como en su desarrollo económico que favoreció la existencia
de movimientos migratorios entre las regiones agrarias del interior y las
urbano-industriales de la periferia y Madrid. Al afectar las migraciones
principalmente a la población joven, provocaron el envejecimiento demográfico
de las regiones emigratorias (con el consiguiente descenso de la natalidad y
aumento de la mortalidad) y el rejuvenecimiento de las regiones inmigratorias
(aumento de la natalidad y disminución de la mortalidad). Así
podemos diferenciar dos grupos de comunidades:
1- Con crecimiento negativo: Galicia, Castilla y
León, Principado de Asturias, Aragón, Extremadura, Cantabria, País Vasco,
Castilla-La Mancha y la Rioja. Son las que presentan un conjunto de población
más envejecida porque se han visto afectadas por una fuerte emigración
(Galicia, Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Aragón), que ha
provocado un fuerte envejecimiento de la población o porque salieron muy
perjudicadas por la crisis industrial de 1975 (Asturias, Cantabria y País Vasco),
con lo que se detuvo la tradicional llegada de inmigrantes jóvenes de otras
regiones.
- Positivo en: son aquellas que
presentan un conjunto de población más joven por haber tenido tasas de
natalidad tradicionalmente más altas (Andalucía, Murcia, Baleares, Canarias,
Ceuta y Melilla) o por haber experimentado un importante desarrollo económico
capaz de atraer inmigrantes de otras comunidades (Madrid, Cataluña, Comunidad
Valenciana y Navarra).
4.
LOS MOVIMIENTOS MIGRATORIOS
Las
migraciones interiores
El
desplazamiento de personas entre las distintas provincias y regiones de España,
o desde las áreas rurales a las urbanas, es uno de los fenómenos
geodemográficos de mayor importancia de los últimos tiempos. Son el reflejo de la
situación económica y los responsables de la profundización de los
desequilibrios regionales. Dentro de las migraciones interiores se distinguen
dos tipos:
- Estacionales o temporales de
duración limitada y carácter cíclico. Eran las realizadas por la población rural que
se dirigía a zonas con demanda de mano de obra agrícola (vendimia) o, a partir
de los 70, para trabajar en actividades turísticas y de la construcción; por
lo que su destino son tanto áreas rurales como áreas urbanas.
- Definitivas. Tienen más importancia por sus
consecuencias. El movimiento migratorio interior que más importancia ha tendido
en España ha sido el éxodo rural, especialmente entre 1960 y 1975, y que supuso
un gran trasvase de población de áreas rurales y ciudades pequeñas y medias a
zonas más industrializadas de la periferia y a Madrid, como consecuencia de la
creación de los polos de desarrollo industrial y del auge del turismo en el
litoral mediterráneo e insular. Este tipo de migraciones
comienza en España a principios del siglo XX. Las causas son un exceso de
población en el campo que pierde sus empleos debido al inicio de la
mecanización en las tareas agrarias acrecentadas por la epidemia de la filoxera
que destruye buena parte de las cosechas especialmente de la vid. El destino en
esta primera etapa son las regiones que están comenzando a industrializarse
como son País Vasco y Cataluña. El origen de estos campesinos se encuentra en
ambas Castillas, Galicia y Andalucía Oriental. Durante la guerra y postguerra
se inicia un periodo de estancamiento en éste flujo debido a la paralización
industrial y a la política colonizadora franquista. Sin embargo, es a partir de
los años 50 cuando este flujo comienza a tener su “esplendor”. Al desarrollo
industrial que vive el país se le une el turístico, por lo que los destinos
además de los anteriores son ahora también Madrid, Andalucía, Valencia y
Archipiélagos. Sin embargo, en la
actualidad, se tiende a la desconcentración de la población, es decir, al
transvase de la población de las ciudades más grandes a otras de tamaño pequeño
o medio, bien comunicadas con las grandes áreas urbanas.
-
Movimientos
habituales actuales, periódicos y habituales, motivados por trabajo,
ocio, de uno o varios días de duración, con un perfil muy diverso: jóvenes,
mayores no cualificados o cualificados. Las ligadas al trabajo se llaman
movimientos pendulares, muy propios en los tiempos que corren.
Consecuencias
de las migraciones interiores
Las
repercusiones de las migraciones interiores se dejan sentir especialmente en
los planos demográfico, social, económico y medioambiental. En el terreno
demográfico destacan los desequilibrios territoriales que provoca, además
de provocar un rejuvenecimiento de población en los lugares de destino y un
envejecimiento de población en los lugares de origen. En lo económico en
las zonas de origen se produce un descenso en la productividad y en los
rendimientos, provocando lo contrario en las zonas de destino. Además en estas
zonas se producen problemas de acceso a la vivienda, servicios educativos… En
el terreno social problemas de integración. Por último, en lo
medioambiental se produce una pérdida del entorno rural en los lugares de
origen frente a problemas de masificación, contaminación…en los lugares de
destino.
Las
migraciones exteriores
a)
La emigración a Ultramar se
inicia a medidas del siglo XIX. Podemos diferenciar varias etapas. Una primera
que finaliza con el estallido de la 1ª Guerra Mundial de auge. Los países de
destino fueron Argentina, Cuba, Brasil, México y Uruguay y, en menor medida,
Estados Unidos y Canadá, países necesitados de mano de obra para explotar sus
recursos agrarios (café, caña de azúcar…). Estuvo protagonizada por campesinos
gallegos, asturianos y canarios de escasos recursos. Tras el estallido del
citado conflicto bélico se paraliza este flujo migratorio por problemas de
seguridad y sobre todo porque los países no necesitan ya tanta población
trabajadora. A partir de 1950 se inicia otro periodo de auge hacia Venezuela,
país que está viviendo un “boom” económico por el petróleo. Aunque el origen
del emigrante sigue siendo asturiano, gallego y canario, el varón que se va
suele presentar un perfil con una mayor cualificación. La emigración a Latinoamérica
finaliza en los años 60 con un cambio de destino más próximo como es Europa.
b)
La emigración a Europa fue
escasa hasta medados del siglo XX. Hasta esta fecha el destino prioritario era
Francia con tareas domésticas, agrarias o de la construcción. El perfil suele
ser hombre o mujer que procede del arco mediterráneo especialmente. Es a partir
de 1950-1960 cuando se vive un flujo migratorio muy importante. La finalización
de la Segunda Guerra Mundial y el período de reconstrucción que se inicia en
los países contendientes marcará una nueva fase en la emigración de españoles a
Europa. La necesidad de mano de obra en países como Francia, Alemania o Suiza,
junto con el excedente demográfico y las deficientes condiciones económicas y
sociales reinantes en España, fueron los factores que impulsaron las nuevas
oleadas de emigrantes hacia Europa. En esta emigración las comunidades que más
efectivos aportan son Andalucía y Galicia, siendo el perfil del emigrante un
varón con escasa cualificación. A medida que Europa necesitó menos mano de
obra, el flujo migratorio descendió, finalizándose prácticamente a medidas de
los años 70 con el estallido de la crisis del petróleo.
Consecuencias
de las migraciones exteriores (emigraciones hacia Ultramar y Europa)
Como
antes hemos hecho con las interiores, también las emigraciones históricas
tuvieron una serie de consecuencias que pueden agruparse en varios aspectos. Así
en el plano demográfico se produjo fuertes desequilibrios territoriales con un
envejecimiento de población considerable en aquellas regiones donde hubo un importante
número de jóvenes que emigraron. También tuvieron repercusión económica estos
flujos migratorios, con un importante descenso del desempleo, una significativa
entrada de divisas que sirvió para reducir el alto déficit comercial y un
fallido retorno de previsiones de inversiones (los ahorros de los emigrantes
fueron invertidos mayormente en bienes de consumo o bienes inmuebles y no
sirvieron para generar riqueza en España). Socialmente destaca los problemas de
integración de los españoles en los destinos y los problemas que también
tuvieron en su retorno a nuestro país para encontrar empleo, vivienda…
La
inmigración
España
ha pasado a ser un país de inmigración. Todo lo concerniente a este flujo
migratorio se encuentra regulado a través de la cambiante Ley de Extranjería y
los datos proceden de la llamada inmigración regular o de carácter legal, pero
se desconoce la inmigración irregular o ilegal en su auténtica dimensión. Según
su situación puede distinguirse entre
·
Extranjeros
nacionalizados. Son
españoles de pleno derecho.
·
Inmigrantes
legales con
permiso de residencia.
·
Inmigrantes
irregulares los
que no tienen en regla su situación de residencia. Legalmente, no pueden trabajar, residir o
recibir prestaciones sociales. Su número
es difícil de precisar.
Durante
los últimos treinta años, los extranjeros residentes legalmente en España han
crecido muy rápidamente, ascendiendo aproximadamente a 5.000.0000 de personas,
aunque en la actualidad debido a la profunda crisis económica este número está
descendiendo.
La procedencia
actual del inmigrante es muy diversa. Hasta 1996 fue mayoritariamente de países
pertenecientes a la Unión Europea y del este del continente europeo. Desde
entonces predominan los inmigrantes extracomunitarios procedentes de África
(Marruecos…), Iberoamérica (Ecuador, Colombia…) y Asia (China…). El perfil de este
inmigrante varía según su procedencia: El inmigrante comunitario suele ser un
jubilado con niveles de vida medio-altos o bien adultos por negocios o trabajo
cualificado. Por su parte el inmigrante extracomunitario suele ser un joven que
acude a nuestro país por motivos económicos de búsqueda de empleo o a veces
también por razones políticas. Suelen realizar un trabajo de baja cualificación
que habitualmente ha sido rechazado por la población española.
Los destinos
principales de esta nueva inmigración suelen ser las comunidades más dinámicas
en el sector agrario y de servicios como Cataluña, Andalucía, Valencia, Madrid,
Baleares y Canarias.
En
detalle: actualmente España ha pasado de ser
un país generador de emigrantes a ser una nación de fuerte atracción para la
inmigración. Para ilustrar esta situación basta observar que el número de
extranjeros inscritos en España pasó de 923.879 en el año 2000 a 5.751.487 en
enero de 2011. Sin embargo, en 2011 y 2012 se produjeron los primeros
descensos, y en 2013 el descenso de población extranjera se agudizó, casi un
10% de población extranjera se marchó. El resultado es un saldo migratorio
negativo por la crisis que hace que el volumen de población extranjera esté disminuyendo.
Pese a todo, los movimientos demográficos anteriores permiten entender la
transformación demográfica que la población española operó, pues en 2015 casi
un 10% de la población española es extranjera frente al 2% que representaba en
el año 2000.
Por CCAA, las autonomías con mayor proporción
de extranjeros son las Islas Baleares, Murcia y Cataluña, junto con Melilla.
Por el contrario, las que tienen menor proporción son Extremadura, Galicia y
Asturias, todas por debajo del 4% (datos del INE, 2016).
La procedencia es muy
diversa.
Los extranjeros pertenecientes a la Unión Europea suman el 41 %. Las
comunidades más numerosas en 2016 son: marroquíes, rumanos, británicos, chinos,
italianos y ecuatorianos. Suelen asentarse en las grandes ciudades (Madrid,
Barcelona), en los puertos de llegada (Algeciras, Murcia, Almería…) y en zonas
donde, pese a la crisis, aún se demanda mano de obra agrícola (Andalucía,
Murcia y Valencia).
Por sexo y edad la emigración de
extranjeros se concentró en poblaciones de 20 a 39 años, con mayor proporción
de varones. Aunque se pueden establecer diferencias en cuanto a la edad media
entre los grupos de población extranjeros en España. Los europeos (británicos, alemanes
y franceses) en torno a los 45 años, mientras que marroquíes, pakistaníes y chinos
no superan los 30.
La inmigración ha dado lugar al fenómeno
denominado “mercado dual del trabajo”, según el cual el los puestos
cualificados y estables son desempeñados por naturales del país, mientras que los menos cotizados son desempeñados por
los inmigrantes.
Dentro del grupo de inmigrantes debemos
destacar el colectivo procedente de países de la UE (británicos y alemanes) que
viven temporalmente en nuestro país, especialmente en la costa del sureste
peninsular y en ciertas zonas de los archipiélagos Balear y Canario, y que
constituyen un importante elemento para la dinamización de la economía en estas
zonas.
Un nuevo fenómeno, LA EMIGRACIÓN AL
EXTERIOR DE ESPAÑOLES se ha visto agudizada por la crisis. De tal forma
que en 2012 emigraron 59.724 e inmigraron 32.380. En 2013, 79.306 españoles
dejaron el país frente a los 33.393 que regresaron. Es decir, 60 años después,
España volvía a ser un país que expulsaba población nacional. La principal
diferencia es que en a mediados de siglo XX la población que emigraba era
población sin cualificación profesional y hoy, en gran parte, se trata de
españoles cualificados (especialmente titulados universitarios) que ante las
escasas perspectivas laborales que se les ofrece en España, buscan su futuro en
otros países, especialmente en Europa, lo que se ve favorecido por el derecho a
la libre circulación que poseen los ciudadanos comunitarios, tras la firma del
Tratado de Maastrich en 1992.
Los principales países receptores son Reino
Unido, Francia y Ecuador. No obstante, cabe destacar que en el caso de Ecuador
se trató fundamentalmente de población no nacida en España o de niños menores
de 15 años, lo que parece indicar una migración de retorno de ecuatorianos de
origen que han adquirido la nacionalidad española junto con sus hijos nacidos
en España.
Entre
las consecuencias que está generando la inmigración
actual hay que destacar el repunte de las tasas de natalidad en los últimos
años, las contribuciones de éstos nuevos trabajadores necesarias para el estado
del bienestar, su aportación a trabajos que por la población autóctona serían
difíciles de cubrir. Desde el punto de vista negativo hay que destacar los
problemas de integración y la marginalidad que genera la inmigración ilegal.
5.
ESTRUCTURA O COMPOSICIÓN DE LA POBLACIÓN.
§ Demográficas:
composición por sexo y
edad. à Pirámides de población
Estructura por sexo o sex
ratio.
La composición por sexo se compara a través de la sex ratio, que se calcula
mediante el índice de masculinidad o de feminidad. En líneas generales, nacen
más hombres que mujeres (unos 105 hombres por cada 100 mujeres), pero la
mortalidad masculina es mayor, por lo que la sex ratio queda igualada a la edad
adulta (en España en la franja de edad comprendida entre los 50-55 años), para
predominar progresivamente las mujeres al acercarnos a la edad anciana.
En España el elevado índice de feminidad en
los grupos de edad adulta y anciana se vio favorecida por la mayor mortalidad
masculina en la Guerra Civil y sobre todo, por las corrientes migratorias
exteriores de los años 50 y 60, que fueron protagonizadas fundamentalmente por
hombres. Aunque ya casi es inapreciable.
En 2016, el 49,11% son hombres y el 50,89% son
mujeres. Entre los españoles hay más mujeres (51,1%), mientras que entre los
extranjeros predominan los hombres (51,2%).
2) Estructura por edad.
La composición por edad es de
gran interés por sus repercusiones demográficas, sociales, económicas. De la
edad de la población depende la fecundidad, equipamientos docentes y
asistenciales, previsión de futuro….
Con respecto a los grupos de edad, la nota más
característica es el envejecimiento de la población. El grupo de población
anciana (de más de 65 años) que representaba más de un 16% del total de la
población en 2005, representa en 2016 ya el 18´7%, lo que nos indica que
estamos ante una población muy envejecida (cuando el grupo de mayores de 65
representa más de 12% , ya se considera envejecida a una población). La
esperanza de vida es muy elevada, más entre las mujeres que entre los hombres.
Este elevado envejecimiento indica un ligero aumento de la mortalidad en
España.
La población adulta es muy abundante:
representa el 68% del total, ya que parte de este contingente de población
corresponde a los nacidos en el baby boom. Sin embargo, esto no altera
la tendencia general al envejecimiento, puesto que el índice de fecundidad es
muy bajo. Así, por grupos de edad según datos del INE de 2016:
§ El 16% de la población tiene menos de 16 años,
§ el 39,4% tiene entre 16 y 44 años
§ y el 44,6% tiene 45 o más años.
De tal forma que la edad media de la población
en 2016 es de 42,7 años. La de los españoles es de 43,0 años y la de los
extranjeros de 34,9 años. La población joven (de menos de 15 años) es el grupo
más reducido. Suponen solo el 15% del total de la población. Esta reducida
población joven es consecuencia del descenso de la natalidad y de la fecundidad
en los últimos treinta años.
Esta situación en la estructura por edad ha
provocado un cambio en la tasa de dependencia que mide la proporción de la
población joven y anciana en relación con la población adulta, que es la que
contiene a la población activa. El cambio es que mientras la dependencia de los
jóvenes disminuye, la de los ancianos aumenta rápidamente. El principal
problema que puede derivase de esta situación es la dificultad para mantener
las prestaciones sociales y las pensiones, al ser menos los que contribuyen y
más los que aumentan los gastos.
En la pirámide de población actual, según los
datos del INE, los datos más significativos son:
- el descenso de población en el rango de edades
de 15 y 39 años
- Un decrecimiento en el grupo de edad de 75 a
79 años causado por la llegada a dichas edades de las generaciones más mermadas
nacidas durante la Guerra Civil.
En resumen, España presenta tendencia al
envejecimiento y reducción de la población joven. Este perfil anuncia un riesgo
en los niveles de bienestar que cuenta la actual población española. Son
necesarias reformas que incrementen la población joven y que aumenten la vida
laboral. Las regiones con población más joven son Andalucía, Murcia y Canarias;
las más envejecidas Aragón, Castilla-León y La Rioja.
6. ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA
POBLACIÓN: PROFESIÓN, ACTIVIDAD, PARO.
La población activa es aquella
que cuenta con más de 16 años, que no se encuentra jubilada y que está
ejerciendo una tarea laboral o no la encuentra pero sí la está buscando. A la población
que se encuentra fuera de dicho (jubilados, estudiantes, amas de casa…) se les
denomina población inactiva.
Evolución de la población
activa: la población activa ha ido aumentando desde 1900 aunque
a partir de 1950 con el aumento de la tasa de dependencia (jubilaciones y
estudios obligatorios) y el fuerte flujo emigratorio descendió notablemente.
Sin embargo a partir de 1980 aumentó considerablemente debido al retorno
emigratorio, el acceso al mercado laboral de la generación procedente del baby
boom y de la mujer. Esto hace que la tasa de desempleo se convierta en un serio
problema en España afectando de manera desigual a las comunidades autónomas,
estando Andalucía entre las de más alto porcentaje. Afecta a activos del sector
agrario y de la construcción y más a mujeres que a hombres.
España es dentro de la U.E. el
país de tasa más alta de desempleo. Uno de los recursos más eficaces para el
desarrollo es aumentar el nivel de
formación para adaptarse a las exigencias del mercado laboral. Aún queda
población analfabeta en España, la mayoría mujeres de edad avanzada
concentradas en Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura. Uno de los logros
ha sido ampliar la escolarización hasta los 16 años y ampliar la igualdad de
oportunidades para ambos sexos y
diferentes estratos sociales
Finalmente es importante
conocer las perspectivas de futuro de nuestra población.
ü Crecimiento
muy moderado de la población.
ü La
fecundidad se seguirá reduciendo.
ü En
mortalidad, la mujer mantiene la superioridad biológica y se cree que la
esperanza media de vida seguirá aumentando, aunque hay otros estudios que dicen
justamente lo contrario, que la esperanza de vida se irá nivelando
ü En
migraciones, se amplían los flujos dentro de la propia provincia y se reducen
los interprovinciales. La inmigración extranjera seguirá creciendo.
ü Progresivo
envejecimiento de la población.
La estructura por sectores o socioprofesional refleja las
características de su composición por edad y sexo. Las principales fuentes para
su estudio son, aparte del propio censo, las Encuestas de Población Activa
(EPA) y las estadísticas del INEM y del Ministerio de Economía. De su estudio y
comparación podemos señalar los siguientes rasgos:
- La transformación de la estructura
sectorial de la población, que presenta una clara tendencia a la
terciarización. El proceso de terciarización de la economía en España comienza
en la década de los 70; supone un descenso de la población ocupada en el sector
primario y desde los 80, también de la
población ocupada en la industria. Mientras, el sector terciario aumenta,
favorecido por la descentralización administrativa, el aumento del nivel de vida,
la demanda de servicios especializados por parte de las empresas, etc. El
resultado es una distribución de la población activa por sectores económicos
típica de los países desarrollados y de las economías postindustriales en las
que hay una acusada terciarización de la población
activa, favorecida por la mayor diversificación productiva; la importancia de
nuevas actividades (informática, telecomunicaciones,…) y el aumento de
actividades relacionadas con servicios personales y con empresas…
- La incorporación de la mujer al mercado
laboral, que se produce de forma generalizada a partir de los 70. Pero,
como señala Rafael Puyol, en su incorporación se observa el llamado “ciclo
del trabajo femenino”, por el cual las mujeres se incorporan al trabajo en
los primeros años de su vida laboral, pero muchas lo abandonan al casarse o
tener hijos.
- La existencia de un paro crónico y estructural, que aumenta o disminuye
según la coyuntura económica y la época del año, al existir un gran número de
puestos de trabajo estacionales ligados al turismo y a la industria del ocio.
La tasa de población activa también cambia de unas regiones a otras, debido a
los movimientos migratorios y a la estructura por edad. Las zonas receptoras de
emigrantes presentan una tasa más elevada. Por el contrario, en las comunidades
más envejecidas, la tasa de actividad es menor que la media nacional.
Es de destacar que pese al continuo descenso
del paro desde mediados de la década de 1990 hasta 20007, años de bonanza
económica en los que el turismo y la construcción demandaban abundante mano de
obra, las cifras de parados se situaban en torno a los dos millones. Pero el
estallido de la crisis bursátil-financiera y de la burbuja inmobiliaria,
provocaron un dramático incremento de las cifras de paro, situándolo a finales
de 2012 en torno a los 6 millones de españoles, lo que provocó el cambio de
tendencia en los movimientos migratorios: el fenómeno del retorno y la salida
de trabajadores españoles cualificados a otros países y un paro descomunal en
la población joven que afecta sobremanera a los menores de 30 años (llegó a ser
superior al 50%).
Cifras que entre 2014 y 2016 se mitigaron, en
gran medida por la pérdida de población activa provocada por la salida de la
emigración y por la paulatina recuperación, vinculada a la reforma laboral
emprendida, pero a costa de precarizar los contratos (contratos por horas y corta
duración).
CONCLUSIÓN: LOS PROBLEMAS DEMOGRÁFICOS
La población española ha experimentado
profundos cambios en las últimas décadas. Actualmente, su estructura
poblacional es la típica de un país desarrollado, con tasas de natalidad muy
bajas y un acusado envejecimiento, lo que plantea la necesidad de reflexionar
sobre los retos y las expectativas de futuro. De este modo la población de
España continúa su tendencia a la disminución, situándose en 46.438.422
habitantes a 1 de enero de 2016. De hecho, ya en 2015 por primera vez ha habido
más fallecidos que nacidos. En lo que incide tanto el progresivo envejecimiento
de la población, el descenso de la natalidad y la fecundidad, el saldo
migratorio negativo, etc. Se hacen necesarias medidas que estimulen la natalidad,
como, por ejemplo, ayudas a mujeres trabajadoras con hijos menores de tres
años, ampliación de los permisos de maternidad y paternidad, adecuada red de
guarderías públicas, etc.)
España registra un saldo migratorio negativo,
tras décadas en que era un país de acogida de emigrantes. El número de
extranjeros continúa en descenso, tanto por la emigración como por la
adquisición de nacionalidad española.
Pero el
problema más acuciante a medio y largo plazo de la población española es el del
envejecimiento de la población. El incremento de la población anciana
dependiente, cuyo mantenimiento económico recaerá sobre el contingente de la
población adulta. Así, la planificación de recursos debe tener en cuenta los
servicios que demandan los ancianos (sanidad, espacios de ocio, pensiones,
etc.) y más aún cuando está llegando a la jubilación masiva la generación del baby
boom. España debe afrontar los retos de un país envejecido y debe hacerlo
pronto, pues el INE estima que de continuar así la tendencia demográfica
provocará que lo ocurrido en los años 2015 y 2016, más fallecimientos que
nacimientos (algo que solo ha sucedido en la Guerra Civil y la pandemia de gripe
de 1918), se prolongue en el tiempo y España pierda un millón de habitantes en
los próximos 15 años. En definitiva, se trata de buscar soluciones a lo que
algunos demógrafos llaman la “tormenta demográfica perfecta”: emigración,
envejecimiento y baja natalidad que pone en riesgo el sostenimiento del actual
Estado del Bienestar (pensiones, sanidad…).
Problema que se agrava por la alta tasa de paro (una de las mayores de
toda la UE) y que por la precaried
[1]Sobremortalidad: Período en el que la
mortalidad supera a la natalidad, provocando un crecimiento negativo de la
población.
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